REVOLUCIÓN RUSA
Revolución
Zar Alejandro II
Durante todo el siglo XIX, los zares mantuvieron a Rusia bajo un tipo de monarquía absoluta calificada como autocracia. Pero ya antes, los liberales de Rusia se habían constituido en un sector fuertemente crítico del poder zarista y de la injusticia social del país.
De hecho, en 1860, y bajo el reinado de Alejandro II, se puso fin al feudalismo y se aplicó una política reformista. Pero todas estas reformas eran insuficientes para sus opositores.
En 1881, el mismo día en que el zar moría víctima de un atentado, se aprobó una Constitución que llevaría a Rusia un régimen representativo. Pero los sucesores de Alejandro II (Alejandro III y Nicolás II) jamás aplicaron dicha Constitución y volvieron a gobernar bajo un régimen del terror.
En 1881, el mismo día en que el zar moría víctima de un atentado, se aprobó una Constitución que llevaría a Rusia un régimen representativo. Pero los sucesores de Alejandro II (Alejandro III y Nicolás II) jamás aplicaron dicha Constitución y volvieron a gobernar bajo un régimen del terror.
Así, el Estado se mantuvo como una autocracia real, cuyo poder político era respaldado por el ejército y la burocracia. Nicolás II, que ascendió al trono de Rusia en 1894, creía que su poder venía de Dios y que debía ejercerlo sin ninguna concesión.
El ensayo general: la revuelta de 1905
El 22 de enero de 1905, se produjo una manifestación general en San Petersburgo que fue repelida por la guardia imperial. El balance fue un millar de muertos y más de cinco mil heridos.
El 22 de enero de 1905 (según nuestro calendario y 9 de enero, según el calendario juliano), una gran manifestación, que se reunió en Petrogrado (San Petersburgo) con el fin de pedir reformas al zar, fue disuelta a tiros por las tropas, produciéndose un millar de muertos. Esto fue lo que se conoció como la masacre del Palacio de Invierno o "Domingo sangriento".
La indignación en toda Rusia fue grande. Las huelgas y la violencia se propagaron, los obreros aprendieron a organizarse y los soviets (consejos obreros) cundieron por todo el país.
En octubre de 1905, el zar aceptó un manifiesto redactado por el ministro Sergei Yuliévich, conde de Witteo de Vitte (el "manifiesto de octubre"), que ofrecía otorgar libertades civiles y convocar a una Duma o asamblea elegida por el pueblo. Pero cuando las protestas populares disminuyeron, las reformas se detuvieron. La Duma no tenía ningún poder real y los derechos civiles nunca se hicieron realidad.
Entre 1906 y 1914, el zar intentó gobernar como siempre lo había hecho.
Para 1914, la autocracia coexistía con crecientes movimientos políticos de tipo conservador, liberal y socialistas, que esperaban reformas políticas.
El desastre de la guerra
El zar bendice a los soldados que parten hacia el frente.
Rusia no estaba preparada para una contienda larga. El ejército zarista carecía de todo: de armamento moderno, de táctica y logística de combate y de eficaces cuadros de mando.
Así y todo, Rusia se vio implicada en una guerra imperialista en la que no jugaba ningún papel decisivo, más que el de comparsa de sus aliados occidentales. El soldado ruso no sabía por qué causa tenía que ir al frente y menos perder su vida en ello.
En medio del combate (1915), las fuerzas rusas fueron obligadas por los alemanes a replegarse hacia su territorio, sufriendo la pérdida de un millón de hombres (entre muertos y heridos), y de otro millón en prisioneros. Después de algunos triunfos contra los austríacos (1916), los rusos fueron repelidos frontalmente y perdieron otro millón de hombres.
La guerra no había hecho más que agravar los problemas en el país. Los soldados desertaban o se amotinaban, los obreros se iban a huelga y el pueblo tenía hambre. El régimen zarista tambaleaba.
Los rusos continuarían, a duras penas, hasta que, en 1917, los bolcheviques firmaron con Alemania el armisticio (2 de diciembre) y en 1918 sellaron la paz en el Tratado de Brest-Listovsk (3 de marzo), en el que Rusia perdía algunos territorios: Finlandia, Polonia, Ucrania, Bielorrusia y las repúblicas bálticas (Estonia, Lituania y Letonia).
Las revoluciones de 1917
El ambiente previo a la revolución era tenso. Los soldados se amotinaban, los obreros protestaban y el régimen zarista reprimía.
Los dos estallidos revolucionarios de 1917 en Rusia supusieron el derrocamiento del régimen zarista y el establecimiento del primer Estado comunista de la historia. Estos acontecimientos son conocidos como la Revolución de Febrero y la Revolución de Octubre. En estas fechas, Rusia comenzaba su transformación de nación campesina en Estado industrial.
El cambio social estuvo dirigido por un reducido grupo de revolucionarios, apoyados por una minoría de intelectuales y obreros.
El gobierno provisional
Georgii
Lvov
La Revolución de febrero tuvo una dirección política pluralista, a cuyo frente estuvieron hombres (como Lvov, Miliukov, Kerenski y Guchkov) de tendencias heterogéneas (liberal, conservadora y socialista moderada). Pero todos unidos por la idea de establecer en Rusia un régimen constitucional y democrático.
Sin embargo, el gobierno provisional se reorganizó varias veces en pocos meses, pasando el poder de Lvov al menchevique Alexandr Kerenski.
Todos estos gobiernos provisionales carecían de fuerzas efectivas para dominar la situación. El verdadero poder lo tenían los soviets, y, dentro de los soviets, los socialistas revolucionarios, que luego formarían el Partido Comunista.
La situación de dualidad de poder (gobierno y soviets) y la continuidad de Rusia en la Primera Guerra, contribuyeron al agotamiento de cualquier solución (gobierno provisional, ministerios de coalición, etc.). El enfrentamiento entre los revolucionarios bolcheviques y gobierno provisional era inevitable.
Pero en julio este conflicto se saldó momentáneamente, con el triunfo del gobierno provisional. Lenin, líder indiscutible de los bolcheviques, huyó a Finlandia y de ahí a Suiza, y el 6 de agosto Kerenski se convirtió en primer ministro.
La Revolución de Octubre
Alexander Kerenski
Los bolcheviques se adueñaron de todos los lugares estratégicos de Petrogrado y al día siguiente se apoderaron del Palacio de Invierno, sede del gobierno.
Kerenski y sus ministros huyeron y el Congreso Panruso de los soviets autorizó a los bolcheviques a organizar un Consejo de Comisarios del Pueblo, que estaría a cargo del nuevo gobierno, con Lenin como Presidente.
El gobierno alemán había prestado ayuda a este para que regresara de su exilio en Suiza, con la correcta presunción de que podría provocar confusión en los esfuerzos bélicos rusos.
El gobierno alemán había prestado ayuda a este para que regresara de su exilio en Suiza, con la correcta presunción de que podría provocar confusión en los esfuerzos bélicos rusos.
El nuevo régimen anunció cambios radicales. Con gran rapidez se promulgaron los decretos que establecían el cese de las hostilidades en todos los frentes y el reparto de las grandes propiedades agrícolas. El poder local fue entregado a los soviets y comités populares.
Sin embrago, tras la toma del poder, los bolcheviques se encontraron muy aislados y con numerosos problemas.
El 8 de diciembre se celebraron elecciones para la Asamblea Constituyente, que se reunió el 18 de enero de 1918. Al día siguiente, el Consejo de Comisarios del Pueblo disolvió la Asamblea. Para julio, Rusia ya ardía en una sangrienta guerra civil.
La guerra civil rusa (1918-1921)
León Trotsky
Pronto se vería que la contrarrevolución no estaba desarmada. Los rusos blancos (oficiales zaristas, cosacos y elementos antibolcheviques), ayudados por fuerzas de potencias extranjeras (Inglaterra, Francia, Estados Unidos, etc.) se enfrentaron durante tres años contra el ejército bolchevique o Ejército Rojo, organizado por León Trotsky.
Los rusos blancos llegaron a controlar grandes sectores del antiguo Imperio Ruso, dejando a los rojos en el corazón del país, en torno a Moscú y Petrogrado. Para 1919, la supervivencia del nuevo Estado estaba en juego.
Los bolcheviques sólo pudieron ganar la guerra al lograr imponer una dictadura brutal y militarizar tanto al partido como a la sociedad. Además, todas las fuentes potenciales de oposición fueron aplastadas sin piedad.
Cuando la guerra civil terminó, en 1921, el sistema político ruso se había transformado en un Estado totalitario de partido único, gobernado desde arriba por el Consejo de Comisarios del Pueblo, en sociedad con el Comité Central del Partido Comunista.
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